sábado, agosto 20, 2005

En qué creer después de los 50

El 4 de enero de 1954 Elvis Presley grabó Casual love, la melodía fundacional del rock and roll y el 9 del mismo mes se presentó la primera calculadora. El 13 de junio de ese año se inauguraría el servicio de televisión en Colombia y justo un mes después moriría Frida Kahlo en su casa de México. Por esos mismos días Astor Piazzolla acudiría al estudio de Nadia Boulanger para oir las palabras mágicas y Bill Haley grabaría con The Comets. El 29 de noviembre, en la Clinica Marly de Bogotá, nacería un asustado varón, hijo de Álvaro y Lucía, y el 10 de diciembre de ese mismo 1954 la radio anunciaría que Ernest Hemingway era el ganador del premio Nobel de Literatura.

Excepto por la Guerra Fría no fue nada malo nacer en 1954, sin embargo lo mejor de los cincuentas es que después vinieron los sesentas y ahí sí se puso buena la cosa. Por primera vez quizá en toda la historia de la humanidad los jóvenes mostraron la cara, sacaron la lengua y empezaron a usar la cabeza para lo que servía: para llevar largo el pelo y llenársela de todo tipo de sustancias alucinantes que mostraran otras perspectivas de la existencia. El sexo salió del closet y los grupos de rock comenzaron a multiplicarse como cucarachas. Dylan, Jagger, Lennon and Mc Cartney, Ginsberg y Kerouac comenzaron a construir una forma diferente de ver la vida, de vivirla, de sodársela con o sin los demás. Esa nueva forma de vivir se podía definir con una sola palabra: juventud.

Y desde esos zapatos, desde lo joven, aprendimos a vivir nuestras vidas. Crecimos en una cultura que se inventó sus propias estéticas, que rompió con un pasado circunspecto y apolillado. Aprendimos a ser contestatarios, iconoclastas, irreverentes, a no comerle cuento a la autoridad, ni a la tradición, ni a las figuras entronizadas por la historia. Aprendimos a no querer ser arribistas o poderosos o ricos; a amar la paz y la solidaridad, a respetar la naturaleza y a poner el goce por encima de todas las cosas. También aprendimos a ser diletantes, soñadores, irresponsables, tránsfugas y no pocas veces malos amigos, inspirados por magos en esas artes como nuestro venerado Henry Miller.

Y un día se llegó la hora. 29 de noviembre de 2004: estaba cumpliendo 50 años. Y eso no era lo peor: con los cincuenta venían síntomas que no me gustaban nada: empezaba a ver a las menores de 22 como mis hijas, me sorprendía en las reuniones contando los mismos cuentos (sin contar con que en esas reuniones siempre estaban los mismos invitados), mis amigos de infancia se estaban quedando calvos y yo cultivaba una poco discreta barriga. Del Hip Hop, el Ambient, el House y todas esas músicas de hoy comencé a pensar, sin confesárselo a nadie, lo mismo que le oí a mi papá del rock, que eso no era música.

Comencé a pensar que Jagger y Richards y su mítica banda saltando a los 65 en un escenario era un despropósito, los escenarios del rock son para los jóvenes y ellos estaban traicionando esa regla. Hasta Carlos Santana declaraba en un artículo de prensa que quería tocar con Julio Iglesias (o lo que es peor, no recuerdo si ya lo había hecho).

Total, pasar de los cincuenta se empezaba a convertir en un despropósito, en una traición a nosotros mismos. Andrés Caicedo si había sido consecuente, se había suicidado a los 25. Jimmy Hendrix y muchos otros habían hecho lo propio. Claro, no era para tanto. Soy demasiado burgués para suicidarme por eso, pero me quedé sin un lugar desde dónde ver la vida. Ya no soy joven y quiero ser consecuente con eso.

¿Desde dónde ver la vida ahora? ¿en qué creer después de los cincuenta?

Bueno, yo ya no tengo problemas con el rock porque migré al jazz desde hace diez años (¿otro síntoma de madurez?), ni tengo problemas con las drogas porque hasta el cigarrillo me ha dejado, y bebo poco y rumbeo poco y… bueno, esto no es un lloriqueo. Pero no me gusta el golf, ni los carros, ni seré un gay tardío, ni quiero perseguir sardinas (me gustan de mas de 35), ni acumular propiedades o dignidades. Así que me queda la música y la literatura y también Internet, y caminar en los parques, y este blog, donde espero dar cuenta de cuál va a ser mi lugar después de los cincuenta.

1 Comments:

Blogger Azusa said...

Pues yo pienso que debe ser realmente hermoso llegar a los 50 y hacerlo con la dignidad que tú explicas en tu escrito...

7:36 a. m.  

Publicar un comentario

<< Home